La debilidad muscular inspiratoria y la disfunción muscular esquelética periférica han sido considerados como parte de los mecanismos subyacentes de la fatiga, disnea e intolerancia al ejercicio en pacientes con insuficiencia cardíaca. Se han observado alteraciones estructurales y bioquímicas del músculo del diafragma, incluyendo una mayor proporción de fibras de tipo I, la reducción de fibras tipo IIb  y atrofia debido al aumento crónico en la carga de diafragma y miopatía sistémica.

Se altera la regulación del calcio intracelular y la sobreexpresión de citoquinas, especialmente factor de necrosis tumoral-α (TNF-α), también contribuyen a la disfunción de los músculos respiratorios. El TNF-α podría estimular la producción mitocondrial de especies reactivas, que a su vez podría provocar la degeneración de las crestas y el transporte de electrones deteriorado.

La fuerza muscular inspiratoria puede ser evaluada por la presión inspiratoria máxima (PIM). Se mide a nivel de la boca pidiendo al sujeto tomar una inspiración máxima, mientras que en el volumen residual y sostenida durante al menos un segundo. Según la relación fuerza-longitud, mayor es la posición del diafragma (el más largo de la longitud de reposo de la membrana, o cuanto menor es el volumen pulmonar), mayor será la PImáx. Esta medida es independiente del flujo respiratorio del paciente y es altamente reproducible. En pacientes con insuficiencia cardíaca, PImáx inferior al 70% del valor predicho indica debilidad muscular respiratoria.

La resistencia muscular inspiratoria se refiere a la capacidad de mantener una cierta presión respiratoria con el tiempo que se puede medir de varias maneras diferentes. Una forma común es pedir al sujeto para sostener el PIM con el tiempo para obtener la presión inspiratoria máxima sostenida. Otra manera es medir la presión más alta que el sujeto puede mantener durante al menos un minuto.